martes, 2 de junio de 2009

Prólogo de Luis García Montero


Leer la ciudad

Baudelaire nos enseñó en sus poemas sobre París que todas las ciudades son una alegoría. Una ciudad es un paisaje sentimental que hace a sus habitantes. Luego se deshace, y deja a sus criaturas condenadas a pasear entre ausencias. Su código está marcado por la velocidad, por el tiempo fugaz que todo lo fabrica para que todo se desvanezca en el aire. Pero desvanecerse significa con frecuencia permanecer en forma de recuerdo. Por eso los caminantes urbanos recorren un doble sendero, pisan una realidad de aceras, edificios, piedras, y otra de sugerencias, ecos, borraduras, fantasmas y desapariciones. Junto a las huellas del paseante solitario pueden percibirse las sombras de otras huellas. Las ciudades no sólo se ven, sino que se leen, se interpretan, se intuyen, se conservan dentro de una mirada. Cuando leemos, hacemos que los argumentos de los libros convivan con el mundo que nos circunda. Del mismo modo, al pasear por la ciudad, conviven en los ojos de sus habitantes la evidencia del mundo exterior y el paisaje íntimo de lo desaparecido.

En el primer capítulo de este libro, Concha Caballero escribe lo siguiente: “La literatura no es historia, no es por tanto real, en el sentido estricto de la palabra, pero construye escenarios, vivencias, mitos”. En efecto, la literatura crea una mirada, da sentido a los horizontes, nace de la historia e interviene en la historia al convivir como un recuerdo íntimo o social con los paisajes. La literatura crea escenarios y acompaña a los paseantes en sus recorridos por la ciudad. Los pasos son tan alegóricos como reales. Gracias a la literatura, conocemos muchas ciudades en las que nunca hemos estado. Gracias a la literatura, la mirada sobre las ciudades que mejor conocemos se carga de historia, de profundidad, de sentido.

El libro de Concha Caballero es recomendable, inteligente y útil. En primer lugar, es la obra de una lectora apasionada, algo imprescindible cuando se trata de leer una ciudad. Los capítulos caminan sobre la historia de la literatura a través de escenas elegidas con notable acierto. El libro sobre Sevilla se convierte en una perpetua invitación a la lectura, porque nos invita a ver y recordar. Al Mutamid evoca en el exilio el jardín de su felicidad y el estanque en el que se reflejó su amor. Andrea Navagero ejerce de cortesano imperial en una ciudad renacentista especializada en celebraciones. Fernando de Herrera no puede ocultar el orgullo de pertenecer a una Andalucía ancha, rica en poesía, con sus vocablos particulares, que nadie debe reducir al lenguaje de los Condes de Carrión. Teresa de Cepeda duda de la ciudad, y teme que la Inquisición se atraviese con cualquier motivo en el corazón de sus fundaciones. Un retrato de Voltaire preside las tertulias de Pablo Olavide, el ilustrado que procura reivindicar el teatro y acabar con la superstición y las prohibiciones clericales. Blanco White siente, en su exilio de Liverpool, la tentación de escribir unas seguidillas. Pushkim recuerda en el Caúcaso un poema juvenil sobre el Guadalquivir. Los hermanos Quintero imaginan una Andalucía sin quebraduras, mientras rellenan impresos en una oficina madrileña del Ministerio de Hacienda. Juan Ramón Jiménez envidia al hortelano de la calle Ruiseñor que vigilaba la salud de sus hortensias incluso después de haberlas vendido. Romero Murube enseña el kimono que vestía García Lorca en sus visitas al Alcázar. Son escenas que nos sitúan de golpe dentro de la historia y nos invitan a recordar.

Mientras vamos conociendo la literatura de Sevilla, sentimos el deseo de leer y releer, de volver a las páginas de El diablo cojuelo de Vélez de Guevara o a los poemas nocturnos de Manuel Machado. Basta con un simple inventario, y en el libro de Concha Caballero se hace inventario, para asombrarnos ante la fuerza literaria e histórica de una ciudad que aparece y se impone en los poetas andalusíes, en la poesía de los siglos de oro, en las pesadumbres ilustradas, en los azares románticos de don Álvaro o don Juan, en las aventuras románticas de Lord Byron o Teophile Gautir, en las angustias de Dostoyevski, en los viajes de novios de la novela realista española, en el lirismo evocativo de Juan Ramón Jiménez o en muchos de sus herederos, esos jóvenes poetas, a mitad de camino entre la seriedad y la travesura perpetua, que se reunieron en una fotografía y en una ciudad para homenajear a Góngora cuando acababa el año 1927. Lo cercano suele cubrir el pasado, como el árbol primero oculta el bosque. Pero si es asombrosa la fertilísima presencia de poetas sevillanos como Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado o Luis Cernuda en la literatura española y en la educación sentimental contemporánea, asombrosa es también la presencia de Sevilla a lo largo de los siglos en la mejor cultura nacional e internacional. Lo demuestra el libro de Concha Caballero. Además, de demostrarlo, nos invita a vivirlo por dentro. Por eso es una invitación permanente a la lectura.

Concha Caballero es conocida como una de las políticas andaluzas de voz más independiente, honrada y singular. Su acercamiento a la lucha ideológica se produjo no sólo por el espectáculo que le ofrecieron las injusticias y las precariedades de la realidad, sino por su amor a los libros. Profesora de literatura, seguidora de la escuela teórica encabezada en España por Juan Carlos Rodríguez, se preocupó desde muy joven por descubrir las relaciones que se establecen entre la historia, las palabras y los sentimientos. Su educación literaria facilita que el recuerdo de los escritores sea inseparable del conocimiento de su realidad, de su historia, de su ciudad. Hablar sobre los escritores de Sevilla es hablar sobre la ciudad, indagar la elaboración de su sentido cultural, ese patrimonio de recuerdos que nos acompañan cuando caminamos por sus calles. Sevilla no es sólo un lugar, es también un sueño, una metáfora. Pero esa metáfora está llena de historia, ha sido moldeada por ojos que necesitaron entender la realidad.

La concepción ideológica de Andalucía, con Sevilla en el corazón, ha facilitado diversas lecturas que van desde las evocaciones paradisíacas hasta la descripción seca de la miseria. Los extremos marcan una Andalucía romántica, dueña de una pasión y una sensualidad que no dudan en hacerse razón de vida, y la Andalucía del hambre, arañada por las desigualdades, la soberbia fermentada de los señoritos y la indolencia campesina. Las definiciones teóricas del espíritu andaluz han abierto perspectivas para todos los gustos, pero no ha sido extraña la costumbre de evitar contradicciones, de borrar matices a la hora de elegir. Quienes buscaban el edén se sentían más cómodos al olvidar la miseria de los otros, o al tratarla como una compañera inevitable de sus propias aventuras. Quienes denunciaban los atrasos históricos y los lastres del Antiguo Régimen, no se molestaban en preguntarse por la utilidad no industrial de la belleza, la sensualidad, la lentitud y el amor por la calle.

La imagen de Sevilla y Andalucía que nos ofrece Concha Caballero no remarca al final del libro una conclusión sociológica, ni una propuesta moral. Pero se va filtrando a lo largo de sus páginas y sus escenas literarias como un sentimiento que no quiere ni puede separarse de la conciencia. Su meditación sobre la metáfora del Sur se atreve a romper los extremos, y evita la trampa de los que confunden el progreso con un desarrollismo capaz de devorar los valores humanos más profundos. Porque esos valores son tal vez ajenos a las sociedades del frío positivista y a las prisas de una mentalidad industrial controlada segundo a segundo por los relojes, pero no son incompatibles con el futuro. La atenta mirada de Concha Caballero observa la realidad, toma conciencia de las precariedades y defiende, al mismo tiempo, la ilusión de una rebeldía sensual, callejera, descarada, tan bulliciosa como lenta. Asume la intimidad del tiempo preciso que se necesita para atender a la belleza, y al amor, y a la alegría, y a la presencia de los otros. Sentir la fiesta no supone un desconocimiento del dolor. La Andalucía de Concha Caballero desconfía del productivismo deshumanizador y de la prepotencia del lujo, para mantenerse leal a un futuro compartido.

Todos los prólogos son una conversación, un diálogo entre el autor y su primer lector convencido. Este prólogo quiere, además, ser un consejo. Te aconsejo, curioso lector, que disfrutes del libro de Concha Caballero. Su inventario sevillano sirve para conocer la historia de la ciudad, para ponernos enfrente de sus metáforas y para responsabilizarnos de ellas sin dogmatismos, supersticiones o falsas promesas de pintoresquismo aguado. Es la responsabilidad propia de los buenos lectores.

Luis García Montero

sábado, 18 de abril de 2009

EL CAPITALISMO Y LA SOLEDAD




ENTREVISTA EXCLUSIVA A JUAN CARLOS RODRÍGUEZ







Paco Garrido y Concha Caballero










Como proyecto interesado de forma especial en la teoría, nos resultaba esencial poder publicar una extensa conversación con el que es uno de los teóricos más importantes de nuestro país no solo de literatura, sino de todos los campos relacionados con la producción ideológica y cultural.Muchas personas no lo conocen. No es un habitual de los medios de comunicación, ni ha aprovechado su condición de crítico al sistema para ocupar alguno de los pequeños nichos culturales que se reservan como prueba de la democracia y de la pluralidad de pensamiento de nuestros aparatos culturales.

La crítica de Juan Carlos Rodríguez es completa y compleja. Conoce los mecanismos de dominación y de elaboración cultural y sabe que su funcionamiento no es simplista, ni ajeno, que no basta tomar postura política a favor de la izquierda para escapar de la ideología dominante y que, en sentido contrario, la historicidad de cualquier texto literario y sus contradicciones, puede abrir grietas y hendiduras en el propio sistema.“Si no existieran contradicciones –nos dice- no tendríamos siquiera la necesidad de escribir”.Fue alumno y colaborador de Luis Althusser, cuyas teorías introdujo en nuestro país. Conoció los debates con Foucault y Lacan, disfrutó hablando de poesía con Jaime Gil de Biedma y ha sido testigo de los últimos grandes debates teóricos de nuestro tiempo.Cuando apareció su texto, Teoría e historia de la producción ideológica se produjo una verdadera revolución a la hora de afrontar la crítica literaria. Tras esta obra, Juan Carlos ha publicado muchos textos entre los que destacamos “De qué hablamos cuando hablamos de literatura”, “La literatura del pobre”, “Lorca o el sentido”, o su obra sobre Cervantes “Para leer el Quijote”. Sus obras han sido traducidas a muchas lenguas, pero curiosamente, su texto fundacional “Para una teoría de la literatura” permanece aún inédito.En cualquier caso la aportación de Juan Carlos afecta a la materia de lo que se piensa, al temario de las preguntas y no solo de las respuestas, porque como repite a sus alumnos “lo importante son las preguntas anteriores a las preguntas”. Su aportación teórica fue esencial para la creación de ese movimiento literario conocido como “la otra sentimentalidad” y su influencia, confesada o no, se ha extendido a gran parte de los estudios literarios, filosóficos y culturales.Ahora prepara un nuevo libro que ha titulado “Tras la muerte de(L)aura” que contiene dos lecturas complementarias. Por una parte la muerte del “aura”, del brillo, de la iluminación que ejercían materias como la literatura o la filosofía, y por otra parte la muerte de Laura, haciendo referencia al momento fundacional de la literatura moderna o literatura burguesa.
PG-CCC: ¿Ha muerto el aura de la literatura y de la filosofía?
JCR
: Hablamos de literatura o de filosofía cuando ya se ha perdido el aura y con ella su utilidad para el sistema. No sé por qué discutimos sobre estas cuestiones cuando hoy el capitalismo ya no necesita estas cuestiones, como no necesita el concepto de familia, porque ha liberado a las mujeres como fuerza de trabajo, o como no necesita muchos aditamentos ideológicos que le fueron necesarios en otros tiempos.En los años 70 todavía pensábamos que el capitalismo era una cosa y la sociedad algo distinto. Hoy el capitalismo es en si el único sistema de vida que opera a través del fantasma de un “yo” que no existe y su dicotomía con el “yo soy”, que es real y concreto. Existen, sin duda, las pulsiones del yo, de sed, de hambre, pulsiones sexuales, pulsiones de vida y pulsiones de muerte, pero las pulsiones no son nada, el “yo” no existe, solo existe el “yo soy”, pero esa construcción ideológica burguesa hace que funcione todo el sistema.
PG-CCC: ¿Pero, desaparecen porque ahora toda la sociedad es un gigantesco yo?
JCR:
Bueno, no hay nada previo a la historia o por encima de la historia. Somos pues “yoes” históricos y el yo libre sin duda es un invento de la sociedad burguesa. Las relaciones en el mundo feudal se habían construido de otra forma, a través de la relación siervo y señor, y eso llega también a su concepción del amor como un servicio. Podemos tomar cualquier composición medieval y lo veremos. “Que por mayo, era por mayo, cuando face la calor…cuando los enamorados van a servir al amor”. Pero en el humus vital, ideológico, en que se mueve Petrarca se están fermentando ya otras formas de vida, las del primer capitalismo, de modo que Petrarca crea o produce otra forma de relación, otro concepto del amor. La búsqueda del amor libre se produce tras la muerte de Laura, una dama que conoció a la salida de misa una mañana de viernes santo. Es un amor a primera vista, con una nueva relación con el ser amado. Pues bien, para que existiera este concepto del amor tenía que cambiar la perspectiva. Nadie vive sin inconsciente ideológico. Cambia la mentalidad, las relaciones económicas e ideológicas y se produce este gran cambio en la formación de subjetividades. Lo que en principio es un “invento” ideológico, necesario para una sociedad que necesita individuos libres, no libres realmente, sino libres de las relaciones siervo-señor, acaba convirtiéndose en vida, y en el gran inconsciente de toda la sociedad. La literatura aquí jugaba un papel central en la creación de esta subjetividad, de este explayarse del yo. Cuando Petrarca compone estas “niñerías”, que pueden parecer insignificantes en términos históricos, está construyendo el “yo” moderno que llega hasta nosotros.




PG-CCC: Tu obra se inscribe en el pensamiento marxista…
JCR:
Hay algunos temas fundamentales que no se han analizado bien, y me voy a referir a dos: el tema de la lucha de clases y el de la “fuerza del trabajo”, El tema de las clases sociales llueve siempre desde arriba. Es decir, cuando Marx dice en el Manifiesto Comunista que la historia que conocemos es la historia de la lucha de clases, la gente piensa en las barricadas, en los conflictos, él piensa en los banqueros, en los poderosos, en los dueños de las grandes industrias. Es decir, las clases sociales llueven desde arriba; desde abajo solo han existido algunos episodios de contestación al sistema, de huelgas, de revoluciones que se han frustrado, pero el día a día son las clases desde arriba. En el plano ideológico también es así. La burguesía ha inventado, porque le era necesario, un concepto de ciudad, de libertad, de mercado porque necesita “sujetos libres” para su desarrollo. Necesita productores y consumidores y otro modelo de relaciones sociales.
PG-CCC: Esta visión de la lucha de clases cambia también el modo de interpretar la explotación
JCR.- Otra característica fundamental, que no se ha analizado bien, es el proceso de la explotación. En el feudalismo la explotación se produce al final del proceso de trabajo. El señor se queda con la cosecha y le entrega al siervo un mínimo para su subsistencia. Además tiene que controlar a las mujeres y su poder de producción y de reproducción de la vida. En el capitalismo esto no es así, se empiezan a extraer la plusvalía “durante” el proceso de producción. A la venta de la vida es a lo que Marx llama la fuerza del trabajo. Los economistas posteriores han confundido la venta de la fuerza del trabajo, con el trabajo y eso impide analizar bien el “yo histórico”. Lo que se vende es la propia vida. El capital se extrae en el proceso de trabajo, por eso el inconsciente ideológico juega un papel fundamental.
PG-CCC: ¿Qué cambios se han producido en el modelo capitalista?
JCR.- Otro cambio importante en el capitalismo actual es que hoy lo que más se extrae es la plusvalía relativa. En sus inicios el capital extraía la plusvalía absoluta (digamos las 14 horas de trabajo), hoy en día, cuanto más sepamos, cuanto mayor sea la preparación que tengamos, mayor es la extracción de plusvalía que se produce…Me parece que este cambio es fundamental y sus implicaciones no han sido convenientemente analizadas.
PG-CCC: Y esto tiene implicaciones también en la conciencia y en la política
JCR:
Claro. Ni siquiera existe la burguesía como en aquellos momentos, sino corporaciones más despersonalizadas, monopolios y otras figuras sin rostro. Mientras tanto la clase obrera se ha convertido en una clase pequeñoburguesa porque se ha conseguido la explotación vertical, uno a uno. El capitalismo ya no necesita la figura de la familia o el símbolo de la Fábrica. Ahora la explotación es vertical y cuando estas relaciones sociales se interiorizan desaparece la conciencia de clase. Cada uno se salva como puede, uno a uno. Nos ha convertido en solitarios absolutos. Por eso, en cada etapa lo que hay que estudiar no es sólo el “yo”, las pulsiones, los deseos, sino el yo histórico. Y hay que descifrar el yo histórico actual, basado precisamente en ese yo que se relaciona con el mundo y donde la fuerza de trabajo se convierte en capital desde su inicio.
PG-CCC: Pero…¿no hay nuevas contradicciones, nuevas formas de oponerse al sistema?
JCR;
La riqueza no nace del trabajo ni de la naturaleza sino del proceso de explotación. La gente antes se rebelaba contra la explotación y ahora no. Antes la explotación tenía rostro y ahora no, pero eso no quiere decir que esté a salvo de contradicciones. Si la ideología fuera redonda, como la tierra, no habría problemas. Pero la ideología está llena de contradicciones, de impulsos contradictorios y el capitalismo solo conoce la aludida tasa de beneficios y no atiende a otras razones. Históricamente no se puede estar degollando árboles, personas, lanzando bombas, acumulando capital sin afectar finalmente la tasa de beneficios.

PG-CCC.- O sea que no crees, en modo alguno, en estos intentos de “moralizar” el capitalismo
JCR:Los nazis eran kantianos y capitalistas y cumplían con su Deber siguiendo a Kant. El capitalismo occidental no ha entendido de más moral que la de sus límites judiciarios, como el control de los mercados, etc. Pero lo único que está por encima del bien y del mal en el capitalismo es la ganancia. La moral capitalista no existe. Ni siquiera hay intentos de construirla, siento que Niezstche no se enterara. La teorización absoluta, las vivencias, la literatura, la filosofía les sirvió para suturar viejos problemas, pero ahora son trastos inútiles. Las humanidades no producen beneficios. En Norteamérica en la Universidad de Nueva York han quitado filosofía y música clásica y han puesto música étnica y estudios postcoloniales. Ellos dicen que no han explotado ni colonizado, ellos han “americanizado a América latina”. También es genial. Es decir, como en USA jamás se ha construido lingüísticamente la idea de que se ha explotado América, es que esta explotación no existe, porque lo que no se escribe y no se dice no existe. Solo existe el lenguaje.
PG-CCC: ¿Qué ha pasado con la teoría, por qué hay esta sequía teórica y este desprecio a la teoría crítica?
JCR: Ante esto, ¿dónde está la literatura o la filosofía europea? La cultura francesa se murió en los años 70, con el estructuralismo se acabó. Los yanquis copiaron ese lenguaje, llamaban “estructuras” a las aldeas que destruían en Vietnam. Todavía nacen niños con el efecto naranja…Muere Laura y el aura, muere el arte. Mis amigos pintores se dedican al diseño porque las casas se decoran, las casas apenas se habitan, se contemplan pantallas, ordenadores, televisores. Pero no es una cuestión tecnológica, es una cuestión ideológica. El desplazamiento de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa es la gran transformación y la izquierda no se ha dado ni cuenta. El aura se ha perdido, no por la renovación técnica ni porque exista Internet, sino porque ya no es necesaria para reparar las contradicciones del sistema, y porque ahora todo el mundo es un enorme yo


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PG-CCC. No se han renovado las bases teóricas de la izquierda desde los años 70…
JCR
.- La respuesta política al capitalismo desde los años 70 ha sido ridícula. No puede existir un yo contra el sistema, ni vale una respuesta nacionalista que establezca un cuerpo orgánico, de identidad, con la lengua y la tierra como sujeto. Las respuestas teóricas tampoco han sido válidas. Tomemos como referencia a Marcuse que tanto han influido en la cultura actual. Él parte de que la subjetividad está hecha, pero reprimida por el sistema…y toma como base de la oposición, la expresión libre de la sexualidad. Pero yo no creo que sea esa la respuesta. Es verdad que existían represiones terribles. Ahí tenemos a Ana Ozores que nos dice “casada, ya todo se terminó”, o Ana Karenina, lanzada al tren, como una metáfora perfecta de las ideologías agrarias contra la máquina y los cambios que introducía…Pero esta no es la base de la respuesta al capitalismo. Foucault lo comprende y más adelante dirá que nos habían engañado al decir que el sexo era el rey. Yo no parto de un “yo” reprimido, sino que pongo en cuestión la producción de subjetividades que existe.

PG-CCC Se dejaron de analizar los cambios sociales con esa perspectiva.
JCR: La base de la rebelión del 60-70 es que hubo una remodelación del capitalismo, una refundación, es el momento de pasar de la plusvalía absoluta a la relativa. En esos años hubo una gran crisis. Fue la última explosión de la política y, a partir del 68 la política desapareció, dejó de ser algo sustantivo…

PG-CCC: Tampoco los países llamados socialistas lograron construir ningún modelo alternativo.
JCR:Hay, además, una confusión de términos que implícitamente hemos aceptado, y es la confusión entre capitalismo y democracia. Cuando estuvo en los antiguos países del este me di cuenta de que lo que la gente quería era capitalismo, no democracia…La gente ha creído la propaganda del sistema. “El lema de libertad, igualdad y fraternidad” no era así, lo acuñaron de esta forma para atraer a las clases explotadas, en vez de estos términos querían colocar el de “propiedad privada” y luego lo sustituyeron por fraternidad. El capitalismo no aguanta la democracia. La libertad y la democracia no es de ellos. Tú le quitas al capitalismo la libertad de explotar y no es nada, se hunde, porque solo existe –vuelvo a repetirlo- como tasa de beneficio. Libertad para todo, menos para explotar, y democracia completa, desde abajo, para todos los sectores económicos…

PG-CCC Te quería preguntar por esa raíz común entre la producción artística y la filosofía práctica que Kant sitúa en los juicios trascendentales.
JCR.- Bien, me parece una pregunta muy interesante. Los juicios sintéticos a priori hacen que se pueda imaginar un mundo sin haberlo vivido y hacerlo real. Daniel Defoe no vivió la experiencia de Robinson Crusoe, Kafka no se convierte en insecto, Flaubert no es una mujer, García Márquez inventó Macondo, el Paris de Proust no existió nunca, ni el Dublín de Joyce, ni el Sur de Faulkner…El código de la novela realista es crear un mundo que después parece el vivencial. Los juicios a priori permiten esto mientras que lo sublime da lugar a la aparición de lo fantástico, los cuentos de hadas y los cuentos de terror. Los cuentos de hadas son la niñez de la humanidad y ahí están muchas de las claves de lo que somos. Es la pregunta clave de Freud, que empieza en la niñez, aunque más tarde tantea, con escasas respuestas, sobre el deseo de las mujeres. Con respecto al género de terror, y sobre uno de sus mitos, Drácula, yo me doy cuenta de que es una inversión perfecta de Jesucristo: sangre, luz/ noche, resurrección…

FG-CCC: ¿Y qué opinas de las aportaciones de Foucault sobre la teoría del significado y del lenguaje tan aparentemente opuesta a las tesis innatistas de Chomsky?
JCR.- Comparto algunas conclusiones y casi nada de las premisas de Foucault: él pensó siempre a través de la relación sujeto/ sistema, y así no se va a ninguna parte. Sí comparto algunos de sus resultados. Con respecto a Chomsky comparto su rebeldía vital y no su teoría, en especial no estoy de acuerdo con la gramática generativa que presupone una naturaleza innata. Desconfío de todas las teorías que establecen una división, llamándola de cualquier forma, entre cuerpo y alma, llámese cerebro y cuerpo, fondo y forma. Creo que como decía Spinoza, cuerpo y espíritu se mezclan, que el cuerpo humano no está compuesto de cajoncitos cognitivos o sensoriales…



FG-CCC.- ¿Qué queda del proyecto de Althusser?
JCR.- Tuve la suerte de conocer a Althusser siendo muy joven y de colaborar con él durante años. Me recibió, en su pequeño despacho en L´Ecole Normale y fui prácticamente adoptado por él y su mujer. ¿Qué queda del proyecto Althusser? Si tuviera que escoger una aportación sería la diferenciación entre objeto real y objeto de conocimiento, no como simple metódica, sino como una problemática teórica para pensar desde la explotación. ¡Pensar desde la explotación, es la clave! Por ejemplo, la producción textual de Góngora, Cervantes, Hume, Kant, son una cosa para mí, para la teoría marxista como objeto de conocimiento y otra cosa distintas para los sabios de ideología capitalista desde la Ilustración para acá. El objeto es una cosa, y el objeto que conozco y transformo es otra. He dedicado mucho tiempo a Althusser, a trazar una línea de un pensamiento distinto, desde la explicación del objeto real para transformarlo en objeto de conocimiento…También destacaría de Althusser, la explicación de la dialéctica marxista sobre la causa y el efecto, porque la primera forma parte del segundo. Althusser nos enseñó a pensar de otra manera, la prueba es que yo había terminado la mili y tenía escrita mi tesis doctoral para presentarla. Entonces leí a Althusser, tiré la tesis para no recuperarla nunca y volví a escribir íntegro todo el trabajo y nunca se ha publicado…bueno, oficialmente al menos…PG-CCC: ¿Podsmos decir, entonces, que no existe ya necesidad, en general, del arte?
JCR.- Digamos que ha cambiado su sentido. Y además no sabemos ver ni leer. Los textos no se pueden leer ingenuamente línea a línea, porque mienten. Hay que buscarles su reverso en cada línea. La literatura y la filosofía mienten más que hablan. Hoy la literatura y la filosofía están muertas porque hoy ese espacio que ocupaban está muy bien suturado. No se trata de una simple cuestión de mercado, es que la narración del yo ya no es necesaria, ya narramos nuestra vida legendariamente todos los días. Hay una apelación a ser auténtico. Nadie puede ser auténtico, yo no sé lo que eso significa, no lo sabremos en nuestra vida, porque no sabemos qué hay en nuestro inconsciente. Nadie sabe por qué hace cada cosa en la vida, por qué se enfadó, por qué…Tú no sabes las pulsiones que tiene tu inconsciente, pero en realidad es el sistema el que nos narra. Y así se han configurado la filosofía y la literatura. El sistema se ha adueñado de todo, se ha convertido en vida. La filosofía y la literatura son el mismo género, uno con apariencia de subjetividad y otro de objetividad, en ese sentido aún miente más la filosofía. Los anuncios publicitarios, el relato comunicativo de la televisión o de Internet utilizan la literatura y la filosofía, pero éstas como materias propias ya no son necesarias en su sentido de aura.

PG-CCC.- Háblanos del proyecto de la otra sentimentalidad…
JCR: La otra sentimentalidad nació de una reivindicación del marxismo, estábamos convencido de que había demasiados progres y muy pocos rojos de izquierdas. Mucha gente experimentando con alcohol, con drogas, el sexo pero poca gente “viviendo” (pensando desde) la explotación del capitalismo. Algunos llamaban al capitalismo libertad y democracia y lo consideraban la mejor forma de vida. El gran error es que nosotros hemos aceptado una progresía que llama al capitalismo libertad y democracia, cuando el capitalismo es la negación de los dos conceptos. Así se han creado las subjetividades, que no son libres y democráticas, ese es el material a partir del cual podemos cambiar. Lo de la otra sentimentalidad -borrar la diferencia entre razón y sensibilidad- , se nos ocurrió como una forma de pensar y sentir de otra manera, como una forma de plantear las cuestiones de otra manera. No es, como se ha dicho, la nueva sensibilidad, que es una idea de Antonio Machado, ni la nueva sentimentalidad, sino la OTRA, como una construcción distinta. Y así nos fuimos aferrando a algunas poéticas que nos parecían más próximas, por ejemplo a Jaime Gil de Biedma, a la novela negra americana de Hammett o Chandler, o tradujimos al Pasolini de “Las cenizas de Gramsci”, o sea producciones que se acercaban a eso otro que buscábamos. Y se editaron los primeros libros de Javier Egea (Quisquete) y Luis García Montero…Creo que después se acabó, al menos como grupo, coincidiendo con la llegada al poder del PSOE y con un PCE profesionalizado, que solo buscaba espacios de poder, muy lejos de cualquier ambición de cambio social.

PG-CCC. Creemos que eres de los pocos teóricos marxistas no dogmáticos y, por supuesto, no envueltos directa o indirectamente en el estalinismo, ¿cómo explicas esta singularidad?
JCR.-
Quizá mi obsesión haya sido ser anti-estalinista, porque ser estalinista suponía el fin del marxismo y de la revolución. Esa visión mecanicista de la historia y de las relaciones sociales, esa persecución del enemigo interno, la imposición a los trabajadores de un estajanovismo extenuante…!Nos hemos tragado cada cosa! Como aquella de que la burguesía no podría aguantar el desarrollo de las fuerzas productivas, o una formación teórica basada en textos que nada tenían que ver con la explotación. En España, como tú dices, ha habido un fuerte contraste entre la gran experiencia y vitalidad del movimiento obrero en algunos momentos y la escasa aportación teórica de los marxistas españoles…Solo algunos textos de Sacristán y su escuela, no todos, y poca cosa más. El estalinismo nos mató a todos, y la complejísima situación internacional, como ha ocurrido con el agostamiento de aquella increíble riqueza de izquierdas que había en la literatura y en el cine y el pensamiento italiano…
PG-CCC: Nunca has dejado tus clases en la Universidad, has cuidado este aspecto en sintonía con tu producción teórica
JCR: Marx decía que mientras no haya cambios de las relaciones sociales, no cambiará la educación, pero si no cambia la educación no cambian las relaciones sociales. Ahí hay un punto ciego. Esta es una cuestión que nos debería interesar especialmente y que contesta a tu pregunta sobre mi dedicación a la enseñanza. Ha habido un gran desprecio a la teoría en toda la sociedad española, empezando por la Universidad. E incluso en sectores de la izquierda no se ha comprendido el valor de la teoría. Hemos distinguido teoría y práctica como dos polos opuestos, como si la teoría no fuera una práctica o como si en cada práctica no hubiera implícita una teoría.